En 1963, una de las fotografías más célebres de la historia hizo declarar al presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, que ninguna imagen había suscitado tanta conmoción en el mundo como esa.
La foto fue tomada por el posterior premio Pulitzer, el fotógrafo Malcolm Browne, en un mañana indistinta, a sol abierto, en medio de una calle de la ciudad de Ho Chi Minh, también conocida como Saigón, en el sur de Vietnam.
En junio de ese año se produce un hecho que, según analistas, tuvo un impacto clave en el posterior derrocamiento del dictador Ngô Đình Dhim, y en la percepción externa de la difícil situación del país asiático. Un monje budista se prende fuego vivo en medio de una calle concurrida.
Luego del evento, los ojos del globo se situaron en el sudeste asiático, y entendieron la magnitud de lo que pasaba.
Asimismo, las relaciones diplomáticas se verían alteradas. Estados Unidos desarrolló una tónica diferente con el Gobierno de Ngô Đình Dhim, aumentando la presión para que atendiera las demandas de los budistas, quienes solicitaban el respeto a la libertad de culto y las creencias personales.
Este hecho sería el detonante clave que desencadenaría el derrocamiento y asesinato de Dhim, en noviembre de 1963, como parte del golpe de Estado militar apoyado por Estados Unidos.
El contexto vietnamita antes de la inmolación de Quang Duc
El periodista Malcolm Browne, en una entrevista a la revista Time, recordó su estadía en Vietnam y el fatídico día en que un monje tendría que inmolarse vivo para gritarle al mundo que las cosas no iban como viento en popa en la nación.
Días previos a la simbólica y escandalosa inmolación, los budistas contactaron a los periodistas internacionales que cubrían Saigón. No eran muchos.
Browne recuerda que desde días atrás, comenzaban a insinuar que algo «espectacular» iba a pasar. Por tanto, empezó a poner atención a las posibles acciones de los monjes. Se imaginaba una inmolación o el destripamiento de uno de ellos. Y a decir verdad, no estaría muy alejado de la realidad.
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«La mayoría de los corresponsales estaban un poco aburridos con esa amenaza después de un tiempo, y tendían a ignorarla. Sentí que ciertamente iban a hacer algo, que no estaban simplemente mintiendo, así que resultó que yo era realmente el único corresponsal occidental que cubrió el día fatal«, recuerda.
Sin embargo, esta afirmación es una verdad a medias, pues también se encontraba David Halberstam, del New York Times y futuro Pulitzer por sus reportajes de Vietnam. Él también atestiguaría en un conmovedor relato los últimos momentos de vida de Duc.
En ese entonces, Vietnam atravesaba una crisis en las entrañas de su tejido sociopolítico. El presidente Dhim ejecutaba maniobras para imponer la religión católica, y restringir la libertad de culto en la convulsionada tierra, que también adolecía de una guerra desde 1955.
Sus intenciones no se emparejaban con la tradición religiosa de la mayoría de la población. Se calcula que el 90% de los ciudadanos practicaban o eran adeptos al budismo.
El cerillo de Quang Duc
El 11 de junio de 1963, Browne alistó su cámara y se hizo presente en una pagoda de Saigón. Los monjes estaban organizando todo, y entonando cánticos fúnebres. Después de un rato se dirigieron a pie a la parte central de la ciudad.
Al llegar al punto, formaron un círculo alrededor de una intersección precisa de dos calles principales en Saigón.
En un momento, un carro llegó. De él salieron dos jóvenes monjes, y uno de edad más avanzada. Este último se dirigió al centro del círculo, se sentó y adoptó la posición de loto, muy común en la meditación budista e hinduista: piernas cruzadas y espalda recta. Luego cerró los ojos.
Los jóvenes sacaron del auto un recipiente de plástico con gasolina, la cual derramaron por todo el cuerpo del monje, de nombre Quang Duc. Acto seguido, este sacó una caja de cerillas, prendió uno, y lo dejó caer sobre su regazo. Inmediatamente se vio envuelto en llamas.
«Todos los que presenciaron esto estaban horrorizados. Fue tan malo como podría haber esperado» narra Browne.
Duc se mantuvo impasible en todo su suplicio: no hizo ningún gesto de dolor ni movimiento, como una piedra firme asentada en un arroyo de agua cristalina.
Esta es la imagen en blanco y negro:
La impasibilidad de Quang Duc / https://time.com/3791176/malcolm-browne-the-story-behind-the-burning-monk/
Y aquí está a color:
«No sé exactamente cuándo murió, porque no se podía saber por sus rasgos, ni por su voz, ni por nada. Nunca gritó de dolor. Su rostro parecía permanecer bastante tranquilo hasta que quedó tan ennegrecido por las llamas que ya no se podía distinguir«, narra el galardonado.
Browne recuerda también el olor «abrumador» a varitas de incienso, gasolina y diésel quemados, y carne quemada. Más allá, los lamentos y miserias de los monjes cubren la distópica escena.
Después de unos 10 minutos, el cuerpo cae hacia atrás. Los demás monjes llegan, lo cubren con un manto, lo levantan y se lo llevan. Algunos lo reverenciaron antes de tocarlo.
Browne tomó 10 rollos de fotos. Tan pronto como pudo, los mandó con un mensajero por avión hasta Manila, donde tenían un aparato para enviarlo por radio a las oficinas de la Associated Press en Nueva York. Al día siguiente, la imagen salió en casi todos los periódicos del mundo.
Los efectos
Antes de quemar sus entrañas clamando la libertad religiosa, Quang Duc dejó una carta dirigida al presidente Dhim, que rezaba así, tal como lo recoge ABC:
«Antes de cerrar los ojos y dirigirme hacia la figura de Buda, suplico respetuosamente al presidente Ngô Đình Dhim que tenga compasión de los habitantes de la nación, y que desarrolle una igualdad religiosa…
Llamo a los venerables reverendos, miembros de la sangha y predicadores budistas, a que se organicen y hagan ofrendas con el objetivo de proteger el budismo».
A continuación, el carrusel de fotos de Browne para AP: