La Universidad Johns Hopkins anunció que, un nuevo estudio, sugiere que una o dos de las 27 lunas de Urano, Ariel y Miranda, están agregando plasma al espacio a través de un mecanismo «desconocido» y «misterioso».
La investigación la dirigió el Laboratorio de Física Aplicada (APL) del instituto, ubicado en Laurel, Maryland. Así lo anunció la casa de estudios en su cuenta de Twitter:
«Una nueva investigación que utiliza los datos de partículas de Urano de casi 40 años, de Voyager 2 de la NASA, sugiere que, al menos una de las lunas del planeta, está arrojando, de manera activa, material al espacio.
Que proviene, quizá, de un océano de agua líquida debajo de la superficie».
Los investigadores hipotetizan que, dicho fenómeno, se debe a la existencia de mares activos en uno o en ambos cuerpos celestes, localizados debajo de sus superficies heladas.
Según la institución académica, estos arrojarían el material, «posiblemente» a través de columnas.
El equipo presentó sus hallazgos en la Conferencia anual de Ciencia Lunar y Planetaria, celebrada en Texas del 13 al 17 de marzo.
Para alcanzar su hipótesis, tuvieron que analizar datos de campos magnéticos y partículas energéticas de casi 40 años de antigüedad. Los cuales se tomaron por la sonda Voyager 2 de la NASA, lanzada al espacio en 1977.
«No es raro que las mediciones de partículas energéticas, sean un precursor para descubrir un mundo oceánico«, dijo Ian Cohen, científico espacial de APL, y autor principal del nuevo estudio.
Los resultados se aceptaron para su publicación en la revista Geophysical Research Letters.
Otros cuerpos celestes con agua
La universidad puntualiza que, no es la primera vez que el monitoreo de partículas y campos magnéticos, dan luz sobre la posible existencia de océanos en satélites del sistema solar.
Pues, gracias a ellos, se descubrió que hay en la luna Europa, de Júpiter, y la Encélado, de Saturno.
Así lo explican:
«Esos datos proporcionaron la primera evidencia convincente de que Europa y Encélado eran fuentes de partículas y plasma. Que, muy probable, se originaban en océanos líquidos salados, debajo de sus superficies heladas».
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