Al sur de San Salvador, entre cerros y lomas, se encuentra un antiguo barrio, llamado San Jacinto. En el ruido de su ruina caben las sorpresas. Por ejemplo, su iglesia, de estilo indefinido, que es un auténtico oasis de tranquilidad.
El barrio San Jacinto es considero uno de los más emblemáticos de El Salvador. Teresa recuerda con antaño las calles que recorría durante su niñez, sobre todo, unas piscinas que se encontraban en la zona hace años atrás, que los lugareños habían denominado como «la pozona».
Video/TCS. Reportaje elaborado por Diana Barillas
Esta era un manantial de aguas cristalinas que provenían del cerro, cubiertas con una basta vegetación. Abastecía a todas las familias de la zona, y les daba un momento de sano esparcimiento.
«Aquí eran fincas de cortas de café, y es por eso que conozco el lugar como la palma de mi mano», expresó Teresa Navidad.
Sin embargo, este sitió cambió durante los años, y ahora se ha convertido en solo una corriente de agua, cercana a una vía alterna, que conecta con la colonia Santa Marta.
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San Jacinto es un barrio que data desde los tiempos precolombinos. Según algunos investigadores, ahí hubo un asentamiento humano, llamado «Tunalyucan», encontrado por los españoles a su llegada al valle de las hamacas.
En el período colonial, en el año 1,594, los planos de San Salvador ubican al «pueblo de San Jacinto» al sur poniente, y después del río Acelhuate, pero no detallan su incipiente traza. Es solo un punto en la salida sur de San Salvador.
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Teleférico en San Jacinto
Fue conocido también como “el reino del pájaro y la nube”. Así lo llamó su fundador, Antonio Bonilla, quién cultivó una finca de café en el cerro.
Según la leyenda popular, a él se le ocurrió una bella creación de un nuevo lugar para los salvadoreños, y junto con su esposa Yolanda, trabajaron en los bocetos, del que se convertiría en el primer teleférico de Centroamérica.
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