El papa Francisco permitirá, en una revolucionaria decisión, que las mujeres y los laicos que sean elegidos para participar en el próximo Sínodo de los Obispos, con su asistencia, también tendrán derecho a votar en ese encuentro. Hasta ahora, solo los obispos podían emitir sufragio en el documento final.
Los organizadores de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos anunciaron la primicia que se está preparando en estos años, y que culminará con dos reuniones en Roma, en octubre de 2023 y 2024.
¿Por qué es novedosa la autorización del papa?
Según se lee en parte del comunicado, el principal acontecimiento será que los diez clérigos se sustituirán «por cinco religiosas y cinco religiosos (con derecho al voto), pertenecientes a institutos de vida consagrada. Los cuales escogen las respectivas organizaciones, representativas de las Superioras y Superiores Generales».
Tanto las religiosas, como las asociaciones de mujeres católicas, llevaban años pidiendo no solo formar parte de la asamblea, sino también votar en el documento final, que ayuda al papa para tomar sus decisiones. En dicha reunión, se deciden y debaten algunos temas importantes de la Iglesia.
La otra peculiaridad es que no habrá «auditores», como hasta ahora, sino que se añaden «otros 70 miembros, no obispos, que representen a más fieles, y que pueden ser sacerdotes, personas consagradas, diáconos o laicos, y que procedan de las iglesias locales».
Se espera que el 50% sean mujeres. «Todos ellos tendrán derecho al voto» destaca el anuncio.
Datos sobre el Sínodo de Obispos
- El papa Pablo VI instituyó el Sínodo de los Obispos, con el motu proprio (iniciativa propia) «Apostolica sollicitudo«, el 15 de septiembre de 1965.
Pablo VI dio la definición del Sínodo de los Obispos en el Ángelus (oración) del domingo 22 de septiembre de 1974, en declaraciones recogidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
«Es una institución eclesiástica que nosotros, interrogando los signos de los tiempos y, aún más, acercándonos a la interpretación profunda de los designios divinos, y de la constitución de la Iglesia Católica, hemos establecido después del Concilio Vaticano II. Para favorecer la unión y la colaboración de los obispos de todo el mundo con la Santa Sede.
»A través de un estudio común de las condiciones de la Iglesia, y la búsqueda de soluciones correspondientes a las cuestiones relacionadas con su misión. No es un concilio, no es un parlamento, sino un sínodo de naturaleza especial».
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