En las distintas actividades litúrgicas de Semana Santa es característico ver que, esos días, están acompañados de colores. Por ejemplo, el rojo, morado y blanco.
Ahora bien, es interesante conocer los significados de cada uno de ellos, como parte de las celebraciones religiosas.
La preparación de la feligresía y del clero es completa, y ambos se alistan para vivir con fervor las actividades relacionadas con la muerte, pasión y resurrección de Jesús. Cada acontecimiento es característico, pues se ven túnicas de colores propios de la Semana Mayor.
¿Cuándo se inició el uso de los colores?
Según los datos históricos, el empleo de estos se instauró con el papa Inocencio III, en el año 1,200. Desde esa época, se establecieron los símbolos de cada tono, que hasta la fecha siguen vigentes.
Video/TCS/Reportaje Elaborado por Zamir Barahona
Significado
El sacerdote, Edwin Baños, indica que se pueden definir los colores litúrgicos usados en la procesión y en la eucaristía. En los primeros días, el párroco de la iglesia de Metapán, explica que, el morado, simboliza la penitencia y el sacrificio.
El negro solo es visto cuando se hacen las procesiones que representan a la muerte. Aunque también es válido emplearlo en misas de cuerpo presente, en cualquier época del año. El rojo, por su parte, figura la sangre y el sacrificio, y se usa en el Viernes Santo.
Finalmente, el color blanco se porta el Sábado de Gloria, durante la Vigilia Pascual, y representa fiesta y alegría.
Es importante conocer que son universales, y que, en cada parte del mundo donde se ejecutan actos religiosos de la Semana Mayor, toman los mismos colores, para las distintas procesiones y misas celebradas.
Sumado a esto, también la feligresía, en muchas ocasiones, cuando se realiza algún tipo de penitencia en esos días, se apropia de los colores, que terminan formando parte de sus recorridos, que pueden ser a pie, vendados o hincados.
Esta es una manera que busca interiorizar, en cierta medida, el sacrificio y dolor que Jesús tuvo, al ofrecer su vida por cada uno de los creyentes, según el cristianismo.
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