Con sus manos, piochas y mucha destreza, la familia Pérez se dedica por más de 50 años al cultivo de la jícama como un sustento alimenticio, pero, sobre todo, económico.
Eusebia de Pérez, una de las pioneras en dedicarse al cultivo de este tubérculo, mencionó que, para ella y para su esposo encontraron una fuente de desarrollo económico que les permitía salir adelante ellos dos y para sus hijos.
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La jícama es un tubérculo que almacena algunos azúcares especiales. Es originaria de Mesoamérica y significa «Raíz de agua». Es una planta de huerto familiar que crece junto a las hierbas y se cultiva en toda la región Andina, desde Colombia hasta Argentina.
Eduardo Pérez, hijo de la señora Eusebia, mencionó que esta se ha convertido en una práctica que, gracias a sus papás, sigue cultivando la jícama porque ha sido un aporte y desarrollo económico para él y la familia. Además, mencionó que se convierte en un aguinaldo.
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En otros países la jícama puede ser conocida de muchas maneras. Entre los nombres que se conocen están:
- Jíquim
- Jiquimilla
- Yacón
- Frijol de ñame
- Ahípa
Las raíces se parecen a las del camote, y pueden medir 20 centímetros de largo por 10 centímetros de grosor. Su peso oscila entre 300 y 600 gramos, aunque según la variedad puede llegar a los 20 kilos.
El cultivo de la jícama inicia en el mes de agosto. Comienza por la preparación de la tierra, y debe de estar al menos a una altura de 200 a 1,200 metros sobre el nivel del mar.
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La semilla se germina entre 8 a 10 días, dependiendo de la variedad y las condiciones ambientales; aunque la temperatura para cultivar la jícama ronda entre los 30 y 35°.
Plagas y enfermedades de la jícama
También la jícama tiene sus dificultades durante este proceso de cultivo, y puede llegar a tener enfermedades y plagas. Entre las más comunes se tienen:
- Babosas
- Doradillas
- Gallina ciega
- Gusanos
Cada uno de ellos tienen sus respectivas curas para prevenir las enfermedades; sin embargo, lo más importante es el cuido que la familia Pérez le ha dado a su cultivo de la jícama.
Ellos agradecen a Dios que les ha permitido que el cultivo de la jícama les ha dado educación a sus hijos, sustento económico a la familia y comida en su mesa. Aseguraron que seguirán trabajando la tierra hasta que «el de Arriba se los permita».
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