Los trastornos mentales son, hoy en día, uno de los grupos de enfermedades más comunes en la sociedad. En el caso de la ansiedad, la OMS calcula que, para el 2019, 301 millones de personas alrededor del mundo padecían un tipo de trastorno de esa clase.
Por otro lado, la misma institución estimaba que la depresión, conocida como la «pandemia silenciosa» pues no genera síntomas ni efectos físicos visibles, afectaba, para el 2021, a 280 millones, un 3.8% de la población mundial.
Entonces, en este contexto de plagas mentales, que tu amigo, novio, madre, padre, hermano, u otro ser querido puede estar padeciendo sin que lo sepas en lo más mínimo, vale la pena interrogarnos sobre varias cuestiones.
¿Los trastornos tienen solución definitiva?
La respuesta a esta pregunta es, hasta cierto punto, imposible, puesto que, en el mundo de las afecciones del inconsciente, hay multiplicidad de factores que las causan. Muchos de ellos ocurren en la infancia, y pueden desencadenar el padecimiento de un achaque mental en el futuro.
Sin embargo, algunos nacieron con predisposiciones genéticas, tuvieron experiencias traumáticas, o perdieron a alguien que amaban.
La falta de atención y cariño durante la niñez, el abuso sexual, y la influencia de entornos nocivos son solo algunas de las posibles causas de patrones de comportamiento perjudiciales en la edad adulta. Podríamos seguir enumerando una lista infinita de factores que pueden afectar la forma en que las personas se relacionan consigo mismas y con los demás.
Esto es así porque la mente humana no es robótica, pues, en ocasiones, no sigue patrones consistentes. Cosa que sí hace un aparato tecnológico, cuyo funcionamiento ya tiene comportamientos previstos.
Al contrario, es plástica, manipulable, y se va moldeando a lo largo de la vida, como un artista que, lentamente, clava el cincel en el mármol, esculpiendo una obra maestra.
Por supuesto, esto la vuelve frágil y susceptible a toda clase de impactos, en especial, en los años tempranos, cuando el niño se descubre a sí mismo y al mundo.
Pero, aunque no seamos capaces de responder la pregunta con exactitud, sí podemos esbozar algunos estudios que han encontrado relación entre la ansiedad y un fenómeno «made in» en el siglo XXI, las famosas redes sociales.
Hay investigaciones que han apuntado que puede existir una conexión entre ambas cosas, y hay un componente estrella en la fatídica ensalada: la adicción.
La cual surge por la misma naturaleza de las plataformas, que tienen mecanismos que generan ciertas hormonas de felicidad y placer, lo que, en suma, provoca dependencia.
La relación entre las redes sociales y la ansiedad
Un estudio de 2021 de la Red Cientìfica Iberoamericana, encabezada por nueve investigadores, llamado: Uso de redes sociales, ansiedad, depresión e indicadores de adiposidad corporal en adolescentes, concluyó:
“Este estudio demostró que la depresión y ansiedad se relacionan, de manera estrecha, con elevados índices de adiposidad corporal y, al mismo tiempo, con mayor uso de redes sociales por parte de adolescentes de ambos sexos”.
Sin embargo, acotan que los índices de adiposidad (cantidad de grasa en el cuerpo) no tienen relación directa con el uso de redes sociales, pero sí con la depresión y ansiedad, las cuales, a su vez, guardan relación con las plataformas.
Esto hace que el fenómeno sea similar a una bola de nieve, pues un problema desencadena más, y los orígenes de todos se encuentran en las redes sociales.
Por otro lado, el Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología de México, hizo una investigación, que buscaba encontrar relación entre las redes, la autoestima y la ansiedad en estudiantes universitarios.
Participaron 100 alumnos, 36 hombres y 34 mujeres, a los que se les aplicó varias pruebas. En el sumario del estudio, la institución sentencia:
“Los análisis efectuados muestran que la adicción a las redes sociales se relaciona de forma negativa con el nivel de autoestima, y significativamente con el nivel de ansiedad, de manera que los estudiantes con mayor adicción a dichas redes manifiestan, también, un mayor nivel de ansiedad”.
Por otra parte, una búsqueda de 2017, de la psicóloga Anna Vanucci, que recogió una muestra de 563 jóvenes estadounidenses, entre los 18 y 22 años, determinó que hay conexión entre ambas variables:
“La regresión jerárquica reveló que pasar más tiempo usando las redes sociales se asoció, de manera significativa, con mayores síntomas de ansiedad disposicional, pero no se relacionó con un episodio reciente”.
Además, el método usado reveló que, un gran uso diario de redes sociales, se asoció “significativamente” con una mayor probabilidad de que los jóvenes obtuvieran puntajes por encima del límite clínico de ansiedad severa.
Esto indica que, posiblemente, padecen un trastorno de ansiedad.
La dopamina, el placer de la pantalla
Y aquí entramos de lleno al ingrediente clave de la discusión: la adicción. ¿Cómo la definimos?
Puede decirse que es el consumo o la provocación desmedida y repetitiva de una sustancia o comportamiento, que resulta nocivo para la salud de la persona, y del cual no se puede prescindir o es muy difícil hacerlo.
Pues bien, la representante ilustre del campo de las adicciones, es, sin duda, la gratificación instantánea, que significa, en pocas palabras, buscar los resultados que brindan placer en el corto plazo.
Por lo general, cuando se trata de sustancias adictivas, las mismas actúan sobre ciertos neurotransmisores, también llamados hormonas, relacionados con la felicidad, el placer y la relajación.
En el caso de las redes sociales, la que se segrega, por ejemplo, al oír una notificación, es la dopamina, considerada el neurotransmisor más importante del Sistema Nervioso Central (SNC), encargado de regular la conducta motora, la emotividad y la afectividad.
Así explica Burhan (2020), el modus operandi de las notificaciones:
“Recibir textos, me gusta o mensajes es intrínsecamente gratificante: evocan sentimientos de felicidad y satisfacción, debido a la vida social ‘virtual’ que imitan las plataformas”.
Sin embargo, acota que el excitante momento dura muy poco, por lo que parece un subidón repentino, que, de forma inevitable, bajará.
“Esos sentimientos son solo temporales, y una vez que el momento inicial de corta duración termina, las personas quieren más”.
El sistema de recompensa
Lo anterior se llama sistema de recompensa, el cual busca repetir los estímulos que antes le generaron una sensación placentera. De hecho, la esencia de las adicciones se halla en dicho sistema, inherente al cerebro humano.
Y ya sabemos lo que pasa cuando se corta de tajo una, aparece el síndrome de abstinencia, que conlleva evitar el consumo de tales estímulos, lo que no es nada bonito para el adicto, pues implica suprimirlo de su fuente de placer instantánea.
Por eso vemos que mucha gente no es capaz de despegarse de la pantalla de sus aparatos, pues no pueden evitar alimentar las demandas de su sistema de recompensa.
El trastorno de ansiedad y la consulta médica
Llegados a este punto, conviene aclarar un par de cosas importantes:
- No es lo mismo padecer un trastorno de ansiedad que tener una adicción a las redes sociales, ya que uno puede existir sin ser causa de la otra. Sin embargo, como hemos visto, las investigaciones sugieren que guardan cierto grado de conexión entre sí.
- No se ha confirmado, de manera fehaciente, que las redes provoquen ansiedad.
- El tema aún sigue en estudios. Por lo que se espera que, en el futuro, se hallen respuestas definitivas.
Los síntomas del trastorno de ansiedad generalizada, según el portal médico, Mayo Clinic, son:
- Preocupación o ansiedad persistentes por determinados asuntos que son desproporcionados en relación con el impacto de los acontecimientos.
- Pensar demasiado los planes y las soluciones a todos los peores resultados posibles.
- Percibir situaciones y acontecimientos como amenazantes, incluso cuando no lo son.
- Dificultad para lidiar con situaciones de incertidumbre.
- Temperamento indeciso y miedo a tomar la decisión equivocada.
- Incapacidad para dejar de lado u olvidar una preocupación.
- Incapacidad para relajarse, sensación de nerviosismo y sensación de excitación o de estar al límite.
- Dificultad para concentrarse, o sensación de que la mente se «pone en blanco».
Por otro lado, entre los signos físicos, se incluye:
- Fatiga
- Trastornos de sueño
- Tensión o dolores musculares
- Temblor
- Agitación
- Nerviosismo
- Tendencia a los sobresaltos
- Sudoración
- Náuseas
- Diarrea
- Síndrome de intestino irritable
- Irritabilidad
Si crees que sufres un trastorno de ansiedad, busca ayuda profesional, pues serán los especialistas en salud mental los que examinen tu caso, y determinen el origen de la afección.
La autorregulación
La mejor medida para evitar desarrollar una adicción a las redes, y por ende, reducir las probabilidades de tener un trastorno de ansiedad por esa causa, es practicar la autorregulación.
La cual incluye administrar la cantidad de tiempo que se pasa navegando en las plataformas, con el fin de reducirlo.
A menos que tu ocupación demande toda tu atención en las redes sociales varias horas al día, puedes intentar hacer otras actividades de tu agrado. A continuación, te dejamos algunas recomendaciones:
- Establecer conversaciones cara a cara con tu círculo de confianza cercano.
- Llamar a un amigo al que no ves muy seguido.
- Salir a dar una caminata breve.
- Sacar a pasear a tus mascotas.
- Practicar algún tipo de arte, ya sea pintura, dibujo, literatura, escultura, u otra área que te llame la atención.
- Dale mantenimiento a tu jardín, si tienes. Riega tus plantas y el césped.
- Lee un libro de tu interés.
- Investiga un tema que te atraiga.
- Aprende algo nuevo, como un idioma o un oficio.
- Arma un rompecabezas.
- Mira una película.
- Juega un videojuego.
- Haz una labor manual, que implique mantener tus dedos o extremidades en movimiento.
- Inscríbete en cursos o clases.
- Intenta hacer nuevos amigos en espacios de convivencia.
Por último, si crees que tienes adicción a las redes sociales, el primer paso es reconocer el problema, y tener la voluntad de cambiarlo, y luego, acudir con los expertos.
Te podría interesar: ¿Qué es el soliloquio y quiénes lo pueden padecer?