Su nombre completo era Edgardo Alfredo Espino Najarro. Nació en la ciudad de Ahuachapán el 8 de enero de 1900. Fue el segundo de los ocho hijos que procrearon Enriqueta Najarro y Alfonso Espino, ambos profesores y poetas, quienes le inculcaron el amor al arte y las letras.
Estudió Jurisprudencia en la Universidad de El Salvador, donde se doctoró con una tesis acerca de Sociología estética. Desde su juventud, publicó obras literarias en las revistas Lumen y Opinión estudiantil y también colaboró con los periódicos La Prensa y Diario de El Salvador.
Diversas biografías dan cuenta que Alfredo Espino vivía graves problemas familiares, porque su padre y su madre eran muy estrictos y habrían reprimido su deseo de casarse al rechazar a ciertas jóvenes. Esto lo condujo a desequilibrios emocionales que lo habrían llevado a ahogarse literalmente en el alcohol y a entregarse a una vida bohemia. El 24 de mayo de 1928, se quitó la vida en la ciudad de San Salvador.
El único libro de El Poeta Niño es “Jícaras Tristes”, fue editado póstumamente en 1936 por amigos y allegados. El prólogo fue escrito por el maestro Alberto Masferrer. Esta obra literaria destaca por su estilo sencillo y depurado, de fácil comprensión, que retrata la vida en el campo.
“Jícaras Tristes” es una antología de 96 poemas, donde hay sonetos, romances y versos libres, entre los que encontramos algunos muy bellos como «Las manos de mi madre», “Esta era un ala”, “Ascensión”, “Los ojos de los bueyes” y «Un rancho y un lucero», entre otros.
Un rancho y un lucero
Un día, ¡primero Dios!
Has de quererme un poquito yo levantaré el ranchito en que vivamos los dos.
¿Qué más pedir? Con tu amor, mi rancho, un árbol, un perro, y enfrente el cielo y el cerro y el cafetalito en flor.
Y entre aroma de saúcos, un zezontle que cantara y una poza que copiara parajitos y bejucos. Lo que los pobres queremos, lo que los pobres amamos, eso que tanto adoramos porque es lo que no tenemos…
Con sólo eso, vida mía; con sólo eso
con mi verso, con tu beso, lo demás nos sobraría…
Porque no hay nada mejor que un monte, un rancho, un lucero, cuando se tiene un «Te quiero» y huele a sendas en flor…
En este emotivo poema, Espino expresa su deseo de casarse y formar una familia, deseo frustrado por sus padres y que aparentemente fue el motivo principal de su suicidio.
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